Diario UNO de Mendoza, 23 de noviembre de 2011 (página 10)
Buen titiritero de sí mismo, dar un paso al costado es sólo un paso más, es parte del juego, un impasse en el guión que también lo tiene como uno de los autores.
Tras intermitentes 17 años, Silvio Berlusconi se alejó del poder formal. Quizás sea por un tiempo y seguro que para resguardar su imperio, jaqueado por la crisis económica en su país de la debacle financiera en toda Europa, en la que bien ha participado para financiar y potenciar sus negocios megamillonarios.
El ex presidente del Consejo de Ministros de Italia ha dejado solos a sus aduladores, a sus salieris, a sus admiradores, a sus imitadores, a esos pequeños –y no tanto– políticos berlusconianos que brotan en las ciudades más acomodadas de todo el mundo.
Más allá del atropello, de la impunidad, de la desfachatez y del abuso, a Berlusconi lo convirtieron en uno de los símbolos del “primer mundo”, del triunfo del neoliberalismo, del conservadurismo y el crecimiento europeo, de los nacionalismos, el racismo y el desprecio.
Es uno de los dueños de la industria del infoentretenimiento. Combinó y expandió sus empresas de publicidad, medios de comunicación y espectáculos por todo el viejo continente no sólo para multiplicar ganancias, sino también como trampolín para potenciar su figura, para hacer de sus espantosos ademanes un estilo. La cuota populista la comenzó a tejer con la compra de uno de los clubes más ricos y populares del globo: el AC Milan.
Se hizo condecorar –y luego llamar– como Il Cavaliere (El Caballero) y así disfrutó más de sus obsecuentes internacionales.
“Amo conquistar”, reconoció más de una vez, y no tuvo reparos a la hora de mostrarse como un bufón burlesco, ególatra, falocéntrico y arrogante; un machista misógino, prostituidor y homofóbico. Lo peor es que sobre él pululan investigaciones por casos de abuso de menores y conexiones con la mafia.
Es ese mismo Berlusconi que se comparó más de una vez con el dictador y símbolo del fascismo Benito Mussolini, y se lo vincula como uno de los integrantes de la logia Propaganda Due, también conocida como P2, una organización abocada al terrorismo de Estado internacional que también tuvo entre sus filas a los argentinos Lastiri, Massera y López Rega.
Cosechó aplausos, guiños y votos visibilizando, en forma grotesca, la vieja tradición del poder que arranca con las manos en los bolsillos y en la bragueta. Corrompió. Jugó con los límites, como quien puede y sabe dónde y cuándo ponerlos. Los escándalos y las denuncias acompañan a Berlusconi desde hace años y la impunidad con la que contó lo fortaleció. Ahora, la coyuntura con el manual de ocasión, que él mismo utiliza, recomienda mostrarlo caído, destruido, destituido... Pero este nefasto personaje solamente dimitió a un cargo político. Está y siguen estando sus aduladores (aunque callados) y los pequeños Berlusconis que avanzan con el estilo, las formas y, sobre todo, el “consensuado” proyecto del italiano.
Guardó su marioneta, el fantoche, pero los piolines siguen en sus manos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario