Diario UNO de Mendoza (página 12), 24 de octubre de 2012
Una marcha de muertos vivos mostró otra de las formas
culturales de manifestarse
UNO/Maximiliano Ríos |
Tomaron las calles y marcharon. Una horda, como salidas de
las tumbas mendocinas, le dieron forma la zombimanía por tercer año. Sin
carteles, ni cánticos, ni consignas, la visibilización se concentró en sus
cuerpos, en sus vivos cuerpos de muertos–vivos, en el maquillaje, los gestos,
las onomatopeyas.
Underground, friki, extranjerizados, pos-dark, tecnos, algún
simplismo seguro que no los contiene ni los buscan. Se organizan a través de
las redes sociales y comparte su cultura Z, o la de clase B, según el subgénero
artístico al que significan y diversifican más allá del texto, el relato o la
imagen. Manifiestan, construyen una metáfora social, esos que en distintas
ciudades y con un gusto en común se volvieron a erguir cubiertos de harapos,
costras y coágulos, como en la película de George Romero de 1969. Generan toda
una tendencia cultural que busca también la crítica en contextos de crisis
económica y política (por ende y sobre todo, social). “Es una forma de
intervención urbana que permite despertar el arte y discutir valores sociales”,
dijo uno de los organizadores, Adriano González Olmos.
Más de un desprevenido que transitaba por calles o veredas céntricas le costó entender al encontrarse con los pálidos, ojerosos y sanguinolientos manifestantes, pensó que era parte del megasimulacro sísmico o que había un desalojo en el cementerio capitalino o que grababan un video de Michel Jacson. Curiosidad, asombro, humor o desinterés, la lenta caminata no pasó desapercibida. La cosa es que la noche del domingo centenares de jóvenes, sobre todo, se adueñaron de las calles con una performance que desafiaba a la muerte, en la que el maquillaje era sangre y los mutilados se acompañaban hacia una meta parodiando la automatización del ciudadano moderno, aunque con un reglamento propio de las organizaciones modernas: orden, respeto, no drogas, alineados, “no asustar a quien muestra desinterés”, evitar confrontaciones.
Varios despreciaron la expresión cultural y social, otros la
vieron con buenos ojos y ya piensan ver cómo captar a estos menducos muertos
vivos. A más de uno se le ocurrió convocarlos a la próxima marcha de
caceroleros y connotar sus ropajes y heridas.
Y alejándonos de la cultura zombie, que amerita un análisis
más profundo, vale entrever las cavilaciones dentro de la mendocinidad
sonámbula. Por ejemplo, al difundir que bajaron los delitos tras restricción
nocturna en el Parque Metropolitano de Maipú, hay a quienes se les ocurrió
cerrar las escuelas y así terminar con el problema de la repitencia o el abandono
o cerrar las calles y rutas para evitar accidentes de tránsito.
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