sábado, 27 de octubre de 2012

Mendocinidad zombie y sonámbula

Diario UNO de Mendoza (página 12), 24 de octubre de 2012
Una marcha de muertos vivos mostró otra de las formas culturales de manifestarse
UNO/Maximiliano Ríos
Tomaron las calles y marcharon. Una horda, como salidas de las tumbas mendocinas, le dieron forma la zombimanía por tercer año. Sin carteles, ni cánticos, ni consignas, la visibilización se concentró en sus cuerpos, en sus vivos cuerpos de muertos–vivos, en el maquillaje, los gestos, las onomatopeyas.
Underground, friki, extranjerizados, pos-dark, tecnos, algún simplismo seguro que no los contiene ni los buscan. Se organizan a través de las redes sociales y comparte su cultura Z, o la de clase B, según el subgénero artístico al que significan y diversifican más allá del texto, el relato o la imagen. Manifiestan, construyen una metáfora social, esos que en distintas ciudades y con un gusto en común se volvieron a erguir cubiertos de harapos, costras y coágulos, como en la película de George Romero de 1969. Generan toda una tendencia cultural que busca también la crítica en contextos de crisis económica y política (por ende y sobre todo, social). “Es una forma de intervención urbana que permite despertar el arte y discutir valores sociales”, dijo uno de los organizadores, Adriano González Olmos.

Más de un desprevenido que transitaba por calles o veredas céntricas le costó entender al encontrarse con los pálidos, ojerosos y sanguinolientos manifestantes, pensó que era parte del megasimulacro sísmico o que había un desalojo en el cementerio capitalino o que grababan un video de Michel Jacson. Curiosidad, asombro, humor o desinterés, la lenta caminata no pasó desapercibida. La cosa es que la noche del domingo centenares de jóvenes, sobre todo, se adueñaron de las calles con una performance que desafiaba a la muerte, en la que el maquillaje era sangre y los mutilados se acompañaban hacia una meta parodiando la automatización del ciudadano moderno, aunque con un reglamento propio de las organizaciones modernas: orden, respeto, no drogas, alineados, “no asustar a quien muestra desinterés”, evitar confrontaciones.
Varios despreciaron la expresión cultural y social, otros la vieron con buenos ojos y ya piensan ver cómo captar a estos menducos muertos vivos. A más de uno se le ocurrió convocarlos a la próxima marcha de caceroleros y connotar sus ropajes y heridas.
Y alejándonos de la cultura zombie, que amerita un análisis más profundo, vale entrever las cavilaciones dentro de la mendocinidad sonámbula. Por ejemplo, al difundir que bajaron los delitos tras restricción nocturna en el Parque Metropolitano de Maipú, hay a quienes se les ocurrió cerrar las escuelas y así terminar con el problema de la repitencia o el abandono o cerrar las calles y rutas para evitar accidentes de tránsito.

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