miércoles, 10 de octubre de 2012

Motín, extorsión y fantasmas del pasado

Diario UNO de Mendoza (página 10), 10 de octubre de 2012
Los sublevados de las fuerzas de seguridad violan la ley castrense 
y jaquean las libertades
Estrujan la historia manchada de sangre. Son muchos menos que los fantasmas que generan, pero cuentan con el número y la osadía para salir de los cuarteles, de sus tareas, y tomar espacios públicos. Lo que lleva el uniforme de un reclamo salarial está cargado de una poco sutil amenaza y fuertemente armado de un pasado reciente-presente insalvable.
Desde hace más de una semana, las “fuerzas de seguridad” –sobre todo Prefectura y Gendarmería– realizan un motín en formato de piquete o cacerolazo, según el punto del país y la estrategia para ganar visibilidad, y jugar con los límites con los que desafían a las instituciones democráticas.

Un “error” en las liquidaciones de sueldo –donde se investiga si existió mala intención, malversación o inoperancia por parte de los superiores de estos organismos– fue “salvado” con celeridad por el Ejecutivo Nacional para descomprimir el conflicto, pero, envalentonados, los uniformados siguieron con su acción de protesta y fueron agregando puntos a sus petitorios de reclamo sindical.
Un clima enrarecido, donde ponerle palabras a la situación era tan riesgoso como tomar medidas, produjo silencios y temores por un lado, mientras que por otro se les montó un show con el desfile de voceros y hasta la presencia de ex carapintadas ametrallando con consignas contradictorias, donde el único objetivo era alentar y capitalizar la situación. Y más de uno de estos ex golpistas llamaban al resto de los sectores militares a sumarse a la protesta o agregaban nuevos “ítems” al documento que buscaba justificar el peligroso episodio.
Los sublevados, quienes sabían que violaban la codificación castrense –o sea, la ley–, encontraron eco en históricos aliados de revueltas militares antidemocráticas, quienes investidos en “analistas políticos” de horario central en la TV siguieron enrareciendo el clima. Tampoco faltaron los dirigentes sindicales que buscaron llevar agua para su molino.
Por estos días, estos grupos esgrimen mucho más que un reclamo salarial (que, obviamente, puede ser justo): se apoderaron del espacio, las formas y los tiempos que no les son propios en un estado de derecho, arrogándose el privilegio de ser los portadores de las armas (por más que no las portaran en los reclamos, las poseen) y ser los integrantes de las estructuras que administran el armamento y la logística de seguridad.
Dicen que no hablan de “golpe” ni de desestabilización. Pero es un fantasma tácito con el que extorsionan, manipulan y jaquean. Perverso y peligroso, ya que la conspiración, el alzamiento y el atropello están encostrados en los pasillos de sus cuarteles, esos mismos donde los “superiores” están investigados, donde los retirados amenazan y donde cuentan con los dinosaurios del análisis para generar el clima que los envalentone y empuje.
Está claro que al reclamo de unos pocos se sumaron –por dentro y por fuera– los que buscan enrarecer el clima político, debilitar o amenazar a un gobierno con el fantasma de las armas, de las fuerzas armadas, con el golpe. En última instancia, el daño no será hacia la Presidenta o el kirchnerismo, sino a hacia una pequeña y gran parte de esa gran conquista que han sido las libertades que posibilitan el funcionamiento del orden democrático republicano.


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