martes, 27 de mayo de 2014

Esos que del dolor ajeno hacen un discurso y políticas de odio

Diario UNO de Mendoza (página 10), 21 de mayo de 2014

Muchos, y por mucho, son los que ganan con la inseguridad, esa que cuando está ya establecida como condición se queda y se impone con su “sensación” en lo psicológico, lo social, lo mediático y lo político, y logra efectos y resultados transversales con la retroalimentación de todos estos aspectos.
Y no sólo lucran con la “inseguridad” los vendedores e instaladores de alarmas y cámaras, las empresas de vigilancia con sus vigiladores, los herreros, metalúrgicos, cercadores, las aseguradoras con sus seguros de 2 pesos por día, algunos buffets de abogados y hasta psiquiatras, sino que el tema de la falta de seguridad siempre fue un gran negocio para los que se encargan de condicionantes, de formas y estructuras, de constituir los límites del bien y el mal, y de decidir el tamaño y los alcances del brazo de la ley.
Estamos hablando de los que lucran con el dolor, con la desesperación, la angustia y la desesperanza. De esos que se abrazan a las víctimas o a los familiares de quienes han sufrido crímenes aberrantes. Son esos que recogen los dolidas y viscerales palabras de bronca y hasta odio para hacerlas banderas, partidismos y propiciar políticas que reproducen rencores y estigmatizaciones, y así esconden la raíz de los problemas, ya que esa raíz les hace, también, crecer los frutos que los catapultan al poder o los acercan al mismo.

Esos encargados de construir un Estado justo y solidario son los primeros que discriminan; son esos que ven que hay cosas de chicos, para unos chicos, los de ellos, mientras para los otros esas mismas cosas no son de chicos. Ven obligaciones de la ley para unos, y no para los que tienen enfrente o abajo. Son los que se creen el modelo a seguir, a proteger, son los que no presentan su declaración jurada. Piden justicia señalando a perejiles, lo más fácil. Para éstos la solución está en condenar al eslabón más fino. Jamás acusan ni investigan a las mafias y al lobby mafioso, quizás sea porque ellos, que también se prenden en la propagación del discurso del sentido común, sean los que los bancan, los que les compran el disfraz de justicieros para que en la Legislatura o en el Ejecutivo sigan agudizando una realidad cada vez más injusta, una sociedad donde la segregación se va convirtiendo en algo natural.
Hablamos de los que recogen lágrimas prestadas para construir poder. De esos que arman proyectos que sólo avizoran más lágrimas.
Hablamos de esos que repiten todo lo que suena políticamente correcto para ciudadanos medios que se hacen eco de los medios. Proponen soluciones que sólo profundizan lo establecido. Crean una discurso a su conveniencia y nos convencen. Esos que inteligentemente toman una pequeña parte para tapar otra.
Son los que quieren más cárceles, y privadas o, mejor dicho son quienes buscan terminar de privatizar la libertad.

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