Diario UNO de Mendoza (página 7) 19 de octubre de 2014
Y con ello el temor, el odio, la persecusión.
¿Si a un gobierno se lo define por lo que hace y dice su secretario de Seguridad qué mote le cabe al argentino? La definición sería cerrada y violenta como el personaje que genera la pregunta: el militar y ex agente encubierto, el hombre que desde 1991 acompaña al kirchnerismo, primero desde la Patagonia y luego en la Nación, el encargado de llevar adelante las políticas de Estado que se contradicen con el relato “humanista y de tolerancia”. Se trata de Sergio Berni.
“El país está infectado por delincuentes extranjeros” que viajan a la Argentina para “delinquir”, expresó generalizando Berni, quien, como médico cirujano, le gusta combatir infecciones, y en su condición de teniente coronel nada mejor que utilizar el instrumental que más conoce, el armamento, y el “personal” que le proporciona el Estado para aniquilar esos quistes, esos gérmenes, esos virus que son los extranjeros, que son la gran enfermedad de este país según las últimas radiografías obtenidas en la clínica de la Santa Pulcra Argentinidad. Los dichos de Berni acompañan la arremetida oficial de imponer un nuevo Código Procesal Penal redactado para contentar a xenófobos y racistas, nada nuevo y retomado también en otras latitudes donde extrañan a tiranos y dictadores. Una cortina de humo con la que siempre terminan pagando los mismos, los pobres, y entre ellos los exiliados económicos. Recorramos la historia y veamos cómo el enemigo interno, el enfermo, que parece extranjero, contagia y genera nuevos enemigos internos.
El funcionario que encabeza la lucha contra los extranjeros y la “laxitud judicial” es considerado el soldado K, un estratega, un hombre de confianza de la Presidenta.
Berni es quien controla la fuerzas federales, esas que bajo sus órdenes desde hace meses vienen espiando, hostigando y reprimiendo a puro palo y bala de goma a huelguistas, piqueteros, despedidos, organizaciones sociales, partidos de izquierda y hasta a legisladores, de izquierda, claro. Todos estos también son, junto con los extranjeros, la pus, la gangrena infecciosa que este país necesita combatir.
En nombre de una causa amplia y abstracta, luego de la propaganda llegan las acciones de manual: primero estigmatizar, luego segregar y por último eliminar.
El teniente coronel Sergio Berni es el ejecutor, es quien lleva adelante las órdenes que le llegan de arriba, es quien cumple con las leyes represivas votadas hace poco. Es el soldado de un proyecto, de una organización a la que lo que menos le importa son los delincuentes.
En un futuro no sería raro ver al teniente coronel Sergio Alejandro Berni al frente de sus valientes gendarmes disuadiendo a un grupo de artistas callejeros que hacen malabares en la mendocina esquina de Colón y España o ametrallando a enfermeras y docentes que marchan a Casa de Gobierno por la calle y no por la vereda. Tampoco sería raro ver a uno de esos agentes armados acusar a un skater de haberlo atropellado.
Prejuicios y excusas al servicio de la represión.
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