miércoles, 29 de agosto de 2012

La regla tras la excepcionalidad

Diario UNO de Mendoza, 29 de agosto de 2012
Los títulos de los diarios llevan a que afloren  rápidos proyectos de ley y pedidos de informes
Noticias, títulos, tapas. Buscan dar que hablar, y lo hacen. Conquistan un público o simplemente entretienen, y en un paradigma recurrente marcan una agenda que retroalimenta ese todo nacido de una excepcionalidad, y generan como consecuencia patológica y hasta no buscada intencionalmente el rebote político, que aparece, y cada vez más: se trata de las declaraciones, pedidos de informes y proyectos de ley que presentan y difunden legisladores, concejales u otros funcionarios.
Obviamente lo hacen a partir de la repercusión que tienen algunos títulos de los diarios (locales o nacionales), y no al revés, lo que más de una lógica lo creería como evidente.

La rareza, lo insólito, lo curioso encuentra una línea argumental, un eje y así salen a la búsqueda de saciar, consolar, calmar la incomodidad del rumor hiperfertilizado, del morbo en la sombra de lo cotidiano, eso en la que se asume alguna generalidad a partir de un caso aislado. Ante el primer síntoma incómodo el curandero tiene el remedio para la enfermedad, la clave sigue siendo abstraerse del paciente y tener un placebo siempre a mano.
En síntesis, el mundo de las sensaciones que tanto se esmera el periodismo en explotar ha sido apropiado por los encargados del quehacer concreto, lo político, o sea leyes, decretos y ordenanzas. Se aferran a un ahora sin horizontes ni pasado, como si la sensación no fuera cambiante, ambigua, contradictoria y fluctuante, aunque sí saben que esta es, también, encauzada y manipulada.

En un café, el periodista y el diputado escuchaban al comerciante, quien daba una rica y extensa serie de argumentos en contra de la instalación de La Salada en Mendoza. Al ritmo de la cuchara que buscaba amalgamar el azúcar en el líquido crecían la sensaciones, sobre todo las de inseguridad (de todo tipo), esa que cala tan hondo y llama a borrar todo lo des-establecido. Todo queda claro cuando se impone vox pópuli qué discutir, por más que el comerciante reconozca que compra su mercadería en La Salada bonaerense y que tiene a la mayoría de sus empleados en sus “coquetos” locales mendocinos en negro.
El diputado, quien además de su bagaje militante tiene un dilatado currículum como operador partidario, busca las formas para evitar, acallar y sobreponerse a las críticas. Su mundo y sus angustias se concentran en la tapa de los diarios como si allí se aglutinara la verdad, y como si ésta fuera única.
Pero ante esta misma lógica están los legisladores que directamente operan para generar “títulos”, para ganarse cinco segundos de cámara, alguna entrevista radial o estampar su nombre en un epígrafe. Le han encontrado la maña para ir un paso adelante y saber que el borrador de un proyecto, por más vendehumo que sea, generará algún revuelo y conflicto que les dará ese protagonismo que les posibilita visibilidad para permanecer, sostenerse y justificarse. Sin trasfondo ni grandes argumentos lo básico pega y punto; la pintura, el revoque o el grafiti terminan negando el muro y a este lo necesitan rugoso y anguloso para construir las telarañas.
Sobre el tema no vale la pena volver a la paranoia de los funcionarios ante, frente y con la prensa y los periodistas, algo ya tratado en este espacio.
Escandalizados por los nimios y versátiles ante el adjetivo en boga, la generalidad de la “oferta” de las propuestas que largan a las apuradas, y flojitas de papeles, ideas y argumentos, para responderle a la coyuntura, o a esa parte de ella que molesta e incomoda, que no se puede obviar ni tapar con algún anuncio o corte de cinta. Ordenar el rebaño.
Y por supuesto, y sobre todo, no buscar el fondo, o el trasfondo, ya que saben que allí encontrarán más problemas que soluciones o terminarán avivando algún titular incómodo en un diario o en algún medio electrónico.

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