Diario UNO de Mendoza (página 10), 30 de octubre de 2013
Las elecciones del domingo fueron más que números y bancas. Tradujeron un nuevo escenario.
No subestimemos a Mendoza, a la mendocinidad, a sus estrategias, a las cargas simbólicas con la que cada persona se manifiesta y juega, también en las urnas, las que para algunas hablan, para otras pegan, o son el botón que libera el agua para limpiar un poco el inodoro. Ese voto, ese ahora, tiene historia sobre la espalda y sobre la sombra que proyecta. Hubo elecciones que representan una de las conquistas más sufridas que tuvo nuestro país, tan sufrida aún 30 años después, cuando se sigue reclamando justicia, por lo menos.
Pero no nos detengamos y volvamos a este domingo. Ganó Julio Cobos, aquel gobernador cuestionado y derrotado que de un día para otro se convirtiera en vicepresidente y que trascendiera, más que por méritos políticos, por el impacto narrativo de la traición a su jefa y mentora; obvio dentro de una concepción romántica (política, económica y cultural).
Y así Julio había, nuevamente, irrumpido en el tablero de las próximas jugadas entre los trebejos antropofágicos del poder. El domingo ganó quedándose con casi todo, con todo el voto del partido radical, y el de los conservadores, y el de los nostálgicos más conservadores, y el de los gorilas.