Diario UNO de Mendoza (página 10), 30 de octubre de 2013
Las elecciones del domingo fueron más que números y bancas. Tradujeron un nuevo escenario.
No subestimemos a Mendoza, a la mendocinidad, a sus estrategias, a las cargas simbólicas con la que cada persona se manifiesta y juega, también en las urnas, las que para algunas hablan, para otras pegan, o son el botón que libera el agua para limpiar un poco el inodoro. Ese voto, ese ahora, tiene historia sobre la espalda y sobre la sombra que proyecta. Hubo elecciones que representan una de las conquistas más sufridas que tuvo nuestro país, tan sufrida aún 30 años después, cuando se sigue reclamando justicia, por lo menos.
Pero no nos detengamos y volvamos a este domingo. Ganó Julio Cobos, aquel gobernador cuestionado y derrotado que de un día para otro se convirtiera en vicepresidente y que trascendiera, más que por méritos políticos, por el impacto narrativo de la traición a su jefa y mentora; obvio dentro de una concepción romántica (política, económica y cultural).
Y así Julio había, nuevamente, irrumpido en el tablero de las próximas jugadas entre los trebejos antropofágicos del poder. El domingo ganó quedándose con casi todo, con todo el voto del partido radical, y el de los conservadores, y el de los nostálgicos más conservadores, y el de los gorilas.
Hubo elecciones y los mendocinos que sí están muy preocupados por la inseguridad no compraron los servicios de Daniel Cassia como el verdugo de los malos de la esquina, como el cazador de brujas y el constructor de las cárceles de oferta, y para el montañés mendocino Luis Rosales les daba demasiado liberal como el referente del mito de la Mendoza conservadora, un mito impuesto para justificar las condiciones feudales que aún se padecen tierra adentro y de las que muchos gansos aún sacan rédito.
El rito de las urnas no tuvo musicalidad ni fue el mejor escenario para Alejandro Abraham, el ex rockero y el referente del oficialismo, que se hizo cargo del kirchnerismo que no lo representa ni a él, ni a los suyos, ni los azules del PJ, y así le fue, no llegaron ni a su piso. Vieron cómo el desencanto se tradujo en números, y como las trafics llegaban casi vacías a las escuelas. El relato y el aparato, en crisis.
Y fue en Mendoza, el domingo, donde la izquierda dura, la marxista logró el mayor porcentaje de votos en el país, y de su historia por estos lugares. El FIT se instaló como la tercera fuerza de la provincia con algunos despachos incluidos en el laberinto legislativo local. Los troskos supieron utilizar la tribuna electoral y ahora buscarán hacerlo desde esa otra tribuna, la legislativa. Los rojos duros ganaron muchos votos, capitalizaron los de los suyos y conquistaron a muchos de los sectores que se movilizan bajo consignas ambientalistas; por la despenalización del aborto; contra de las redes de trata de mujeres y por la aparición de Johana Chacón y Soledad Olivera. También conquistaron a escépticos y sobre todo a muchos “soldados de Néstor y Cristina” que vieron que su revolución ya no iba por ahí. La izquierda ha logrado que se discuta de política, de ideas. La elección del domingo les da visibilidad, y cierto grado de legalidad para su objetivo, y que Nicolás del Caño sintetiza: “La total liberación, material y espiritual, de los trabajadores y de los explotados por medio de la revolución socialista. Si no la hacemos nosotros, nadie la preparará ni la dirigirá”.
Los votos, las urnas dieron mucho más que números, y primero que nada derribaron simplismos, prejuicios, mitos y muletillas.
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