lunes, 24 de octubre de 2005

la competencia, ayer, no estuvo en el deporte

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 24 de octubre de 2005


Ayer la pelota no botó, en un día de votos. En la argentina no hubo deportes, aunque sí muchos partidos,
más de los que la mayoría pensaba que estaban programados. Largas colas esperaron, no por un boleto,
sino por un sobre (bueno, fueron dos), que terminaría dirimiendo un resultado.
Los partidos, como equipos, tenían formaciones, aunque no figuraba el técnico y la alineación no la podían
dar de corrido a nadie.
ayer no hubo deportes pero ganar fue el objetivo de varios: tomar la delantera, tener el control, el dominio; en síntesis, liderar. No faltaron táctica y estrategia.
Los canales de deportes se apoyaron en el extranjero o en el archivo, mientras que para los de noticias el “Boca” más importante era el de urna, y no cesaban de darle tranquilidad al favorito y analizar por cuántos cuerpos se impondría sobre sus rivales cuando pasara el disco.
Un domingo distinto, de esos que alguna vez también despertaron pasiones, de los que ya no valoran, de los que recuperarlos costó muchas vidas. Ayer no hubo deportes, aunque para muchos se trató de una movida clave sobre el tablero escondido dentro de varios tableros donde se buscaba jaquear algún rey golpeando a un sacrificado peón. Para otros se trató de armar una defensa con vistas al futuro, y algún otro, después de venir pegando duro y buscando el punch de nocaut, esperaba por el campanazo final para abrazarse con su amigo y colega, el opositor.
Un domingo de tribunas vacías, aunque días atrás los mismos protagonistas del domingo electoral las llenaron, aunque en vez de recaudación necesitaron de una fuerte inversión para no encontrase con las gradas vacías.
No hubo deportes pero sí mucha competencia, con poco de juego limpio y con varios golpes bajos.
Llegaban planteos chatos, conservadores, sin creatividad, apoyados en una figura como máximo argumento, y al final, en la noche de ayer, donde no hubo deportes, varios sacaron las banderas y festejaron.

domingo, 16 de octubre de 2005

Ir a menos, algo que da asco y se institucionaliza

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 16 de octubre de 2005


Con una naturalidad incomprensible y exasperarte, el tema de conversación en Sudamérica fue si la Selección argentina de fútbol fue a menos ante su par uruguaya en el cierre clasificatorio para el Mundial de
Alemania 2006. Antes y después del partido se tejió un complejo entramado de dudas, fantasmas, trascendidos, suspicacias, antecedentes sumado a complejas interpretaciones de orden histórico, cultural, y hasta geopolítico.
Convertido en ritual, el fútbol adquiere hasta códigos místicos e ir a menos es una categoría que parecería impenetrable, pero sin ninguna vergüenza es un valor más, ya naturalizado, en el espectáculo todopoderoso
que manipula sin resentimientos al juego.
El “Ir a menos” debería producir asco y ser denunciado, condenado.
Ir a menos es corrupción, putrefacción, delito, estafa, traición.
El juego vencido a los pies del espectáculo, el hincha contradictorio, feliz del romanticismo nacionalista aunque soporte consolidado, como espectador-consumidor, del triunfo de los valores de la empresa sobre
la sociedad civil, de la rentabilidad sobre la utopía.
“Rioplatenses” o “Andinos”, sí, increíbles categorías para justificar vaya a saber qué en el orden globalizado de uno de los beneficiosos brazos de la FIFA, las Eliminatorias Sudamericanas.
Múltiples identidades conforman cada selección, tan símiles entre ellas con jugadores de estilos e ingresos europeizados más preocupados por encontrar la plataforma para mostrar su producto que por escenificar ese ritual, que es el juego fútbol.
Es válido desconfiar, pero no naturalizar. Ir a menos es traicionar a los suyos, a los que depositan afectos, sentimientos, expectativas, tiempo y valores en el fútbol y sus protagonistas.
Perversidad periodística o realidad. Ir a menos no sólo es “venderse”, es ir con la pierna blandita, no exigirse al máximo, pero también es regocijarse con un acto de corrupción, no denunciarlo, no criticarlo, no asquearse.

lunes, 3 de octubre de 2005

Se trata de niños y no de mercancías


Suplemento Ovación (página 2)
Diario UNO de Mendoza, 3 de octubre de 2005

El trabajo infantil es una de la aberraciones sociales más cotidianas. Si bien esta práctica está prohibida por las leyes y fuertemente condenada por organismos internacionales de derechos humanos, poco se hace por frenar la explotación infantil y las consecuencias que produce.
El deporte no es la excepción, todo lo contrario, en nuestro medio se promueve y festeja la rápida y precoz inclusión de los pibes al mercado laboral.
Sin ningún tipo de contención mezclan a los niños en un mundo que no les es propio, con un sinfín de códigos y obligaciones atemporales.
Son obligados por un complejo entorno a competir, debatir y forzar sus cuerpos y mentes con adultos. Los objetivos, las metas, los valores y las necesidades son muy distintos.
Embarcados en obligados sueños, a presiones sociales, culturales, mediáticas y familiares, cada pibe con un balón en los pies carga con la obligación de ser "figura", "estrella" y alrededor de ellos se mueve un prolífico mundillo que sin saber nada de pedagogía, de derechos elementales y sin ningún tipo de sensibilidad, los tratan como mercancías.
No sólo no hay control estatal sino que en parte estos estamentos participan de alguna forma de éstas perversas prácticas.
Si el pibe fracasa no importa, hay miles detrás de él, y el mismo técnico o dirigente se olvidará de esa persona como una cosa en desuso.
No sólo se trata de proteger las endebles piernas de estos chicos, también hay que tener en cuenta el daño psicológico a los que son sometidos.
Ya desde las inferiores son subordinados a entrenamientos desmedidos, a una concepción profesional de lo que debería ser lúdico.
Por más genialidad en una gambeta, por más que le ganen al mejor ajedrecista del mundo, son niños. Están en un proceso fundamental de sus vidas que parece ignorado por todos, aun por quienes tienen la obligación de proteger sus derechos.