jueves, 25 de febrero de 2016

Nada nuevo, pero la mano dura ahora tiene su protocolo

Con la tiza en el puño. Mural de Chelo Candía.
Diario UNO de Mendoza (página 10), 24 de febrero de 2016

E n el año 2013 el intendente Víctor Fayad, en nombre de la democracia, le pedía perdón a la familia de Benedito Ortiz “por postergar tan merecido homenaje”. Ese reconocimiento se hizo en la esquina de Mitre y Pedro Molina, donde 31 años antes el militante gremial había sido herido de bala por participar de una marcha que buscaba recuperar los derechos que la dictadura había arrebatado. Esa bala del Estado mató a Benedito. El mensaje del Viti muy poco eco tuvo entre los suyos, ya que un par de años después su sucesor y correligionario se encargaría de limitar y multar el derecho constitucional a marchar, a movilizarse, a protestar.
Corría el año 2007 y en todo el país los maestros peleaban por sus derechos, por sus salarios, por la educación. La orden de un juez federal le daba, otra vez y como tantas otras, rienda suelta a la furia represiva antiprotesta. Allí perdió la vida el docente y gremialista Carlos Fuentealba. El piquetero profesor de química fue asesinado por la espalda en una ruta patagónica y se convirtió en una “bandera de lucha” hasta por varios de los que hoy se llenan la boca y festejan el “protocolo antipiquetes”.
El “protocolo antipiquetes”, votado hace unos días por el Consejo de Seguridad Interior, es el que le da justificación y forma una sencilla idea: el autorizar moler a palos a los piqueteros. Pensar que varios de los que se encargaron de la redacción del mismo, de los que lo votaron, aprendieron de leyes gracias a la educación pública que de tantos piquetes necesitó para ser defendida y sostenida.
Ante la ola de despidos, ante los inminentes reclamos salariales que se avecinan nos podemos preguntar si este protocolo busca, además de amedrentar, el tener algún pretexto ante otra Masacre de Avelleneda, obvio que nos referimos a la balacera que la policía bonaerense le propinó, en el 2002, a una organización de desocupados que intentaban hacer un piquete. Allí se truncaron las vidas de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
Ahora, las provincias firmantes del protocolo, junto con la Nación, podrán disponer a gusto y piacere de sus “fuerzas de seguridad” para barrer a esos manifestantes “rebeldes”, ya no les hará falta las fuerzas parapoliciales como las que mataron a Mariano Ferreyra.
Podríamos traer a colación miles nombres de hombres y mujeres que regaron con su sangre las rutas y las calles de nuestro país.
El nuevo gobierno nacional y el provincial parecen decir que de nada sirven las casi 5.000 personas procesadas por “piqueteras” que les deja la gestión anterior, que en su “nuevo” y duro paradigma deslucirán a Sergio Berni y a sus gendarmes voladores.
Se olvidan de algo sencillo: sin desocupación, sin injusticias, sin arbitrariedades, no habrían piquetes.

jueves, 18 de febrero de 2016

Es necesario militar contra la demonización de la militancia

Diario UNO de Mendoza (página 8) 17 de febrero de 2016

Manifestation. De Henri Cueco.
La actual alianza gobernante refuerza a diario todo un arsenal de propaganda antimilitante y lo hace con la corporación mediática militante que acusó a sus adversarios de militantes. Militancia se ha vuelto otra vez, desde hace un tiempo, en un insulto; es peyorativo, es la forma que se utiliza para descalificar tanto a personas como acciones.
Demonizar la militancia, que no es algo nuevo, es una de las estrategias para justificar las reprimendas económicas, judiciales, políticas y hasta físicas contras las personas que se abrazan a una causa, a una idea, a un objetivo, una ONG, a un partido o a un sindicato.
En síntesis, lo que se proponen –y hasta de lo que se jactan– es de que la militancia merece algún tipo de represión, aunque en un principio sea simbólica. Demonizar la militancia y a los militantes es una acción perversa que arranca creando rejas alegóricas, mordazas y sobre todo, estigmatizando. Desde el púlpito del Estado muestran cómo ellos transan un límite con esos y esas que han decidido que sus cuerpos giren en sus propias órbitas.
Si bien no existe nadie ni nada que no esté inscripto dentro de una idea, una concepción, una cosmovisión, un sentimiento, sólo el que toma posición es acusado de militante y la dialéctica es simple: o uno o lo otro y ese otro incluye muchos otros.

jueves, 11 de febrero de 2016

Es la hora de los "normales" que nos llevan hacia su "normalidad"

Diario UNO de Mendoza (página 8), 10 de febrero de 2016

Pax. De Saulo Mercader
Sólo el dueño de la vara puede medir, señalar y azotar con la misma , y eso desde ahora no se cuestionará más por que “es normal”.
Empujar al constado desde un juicio de valor. Se trata de reforzar la subjetividad.
Hay palabras que acompañan a una gestión, a un gobierno, a un proyecto, a una época. Desde abstracciones hasta simple calificativos. Se anclan sobre alguna moralidad y las operan a través de un inmenso aparato represivo y comunicacional. Son en parte la síntesis de uno de esos tantos tips de algún relato: como por ejemplo la república, la inclusión, la patria, lo público, la libertad, el progreso, el mercado, o hasta la seguridad nacional.
Y así llegó el eslogan de campaña, el eslogan de Gobierno. Y así desde Cambiemos nos reclaman,y nos avisan a cada rato que nos conducen hacia un país “normal”. Desde Mauricio Macri hasta el último concejal de la alianza gobernante repiten hasta el hartazgo la necesidad de esa “normalidad” que no supimos conseguir. Y en todo discurso Macri y sus funcionarios, fieles a una estrategia de marketing político, atacan con el “inofensivo” sustantivo cargado de intencionalidades.
La normalidad, lo normal no son más que exclamaciones para justificar la normalización y la normativización.

jueves, 4 de febrero de 2016

Amasan la teoría del ñoqui para aplicar una receta carnicera

Diario UNO de Mendoza (página 10), 3 de febrero de 2016

Que los hay, los hay. Que irritan, sí, y mucho. Pero que la culpa es de los ñoquis es sólo propaganda, es uno de los ítems de la receta de esos carniceros que amasan todo lo que tienen enfrente para hornear delicatessen para pocos.
Ya está claro que la fórmula para la prometida “pobreza cero” consta de despidos masivos, techo a las subas salariales, caída del nivel adquisitivo, inflación, impuestazos, caída en el consumo minorista. Nada nuevo para viejas recetas a las que no le faltan los personeros de turno: el que decreta los diagnósticos y el tratamiento, el que fabrica y distribuye los paliativos y el que administra rejas y cerraduras.
Para el Estado-empresa todos, pero todos son ñoquis, sobra gente por todos lados, sobran sueldos y a éstos les sobran ítems, incentivos, horas extras y sobre todo pesos.
Todos los días echan “ñoquis” y a “punteros”. Se desgrasa diría un gorila en boga. La expulsión masiva de ñoquis tiene una metodología: un puntero señala a alguien al que se lo cataloga como ñoqui para proteger a un futuro ñoqui que se convertirá en nuevo puntero y luego en funcionario que obedecerá a la receta de turno. En síntesis, los que caen en la volteada son laburantes, son lo que se quedan sin su trabajo y pasan a engrosar la lista de despedidos, término que no se utiliza ya que prefieren decirle bajas.