martes, 18 de enero de 2011

Un casto inquisidor

Diario UNO de Mendoza, martes 18 de enero de 2011

En nombre de... se atropella, se censura y se mata. En nombre de Dios, de la Patria o del pueblo, hay quienes se creen con la autoridad de nombrar, ocultar, juzgar y sentenciar. Lo absoluto, lo totalitario, lo intolerante siempre llega en nombre de...
El vicario de Malargüe, en una actitud inquisidora, decidió en nombre de su dios ponerle un coto y un límite a la cultura, al arte, a las ideas, a la libertad.
Mientras el grupo coral hacía una interpretación simbólica e impersonal, la que como toda expresión artística está llena de formas (estéticas) y contenidos (ideas), irrumpió el profesional de la fe para censurar y profesar sobre el escenario, que convirtió en púlpito, que todo el público y el pueblo malargüino era católico, despreciando y descalificando no sólo a los artistas y al arte, sino también a decenas de otros credos y a quienes no profesan alguna religión.
De un derecho personal y privado como es la sexualidad, el cura decidió también hacer una defensa en público de su castidad, cuando jamás fue involucrado en lo individual. La sexualidad deja de ser personal y privada cuando se convierte en delito, como es el caso de la pedofilia, una deuda grande que tiene ante la sociedad la institución que representa este señor que subió al escenario sin ser invitado.
A pesar de todo, la coyuntura le jugó una buena pasada al grupo artístico. En otros tiempos le hubiera costado la hoguera, la cárcel o el exilio, algo de lo que la iglesia del personaje de la intromisión sabe y mucho.
Pero lo más preocupante fue la inacción y hasta el apoyo encubierto del Estado, el que tiene la obligación de actuar en nombre de la ley y la Constitución, que en nuestro caso es laica, liberal y republicana. 

(Esta columna salió tras el acto de censura del cura, luego éste para defenderse, en los medios llegó a comparar a la falta de fe con el el abuso de menores que comete la iglesia. Un monstruo)