lunes, 19 de mayo de 2008

El derby o el clásico que debe ser de todos


Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 19 de mayo de 2008

Una expectativa inusual y un marco de público espectacular se vivió este fin de semana en el Independiente-Godoy Cruz que se jugó en el Gargantini.
Ya es común y reiterado (un capricho consensuado) que al derby menduco de la categoría se lo catalogue de clásico. El esperado choque entre estos equipos despertó un gran interés hasta en hinchas de otros clubes o de ciudadanos que no siguen de cerca el fútbol.
Lástima que este gran espectáculo careció de algo elemental y fue la pluralidad, ya que la AFA decidió, para este torneo, discriminar a la B Nacional prohibiendo el ingreso del público visitante, algo que no sólo le quita gran parte al folclore del fútbol, sino que además atenta contra los derechos individuales de todo
ciudadano de asistir a un espectáculo público, de reconocerse e identificarse con un color, un gusto, una preferencia.
Los choques entre el Tomba y la Lepra que jugaron este campeonato hubieran marcado, quizá, un récord de asistencia entre dos conjuntos locales.
El sábado quedó claro en el Gargantini que la violencia no es el denominador común; aun derrotados los locales (más de 15 mil personas) tuvieron un comportamiento intachable, y ya durante la semana pibes hinchas de los dos clubes se reunieron para hacer pintadas por la paz, y fue en barrios donde saben que la
mano viene pesada, ya que siempre están esos pocos que han hecho de la violencia una industria.
Tanto la AFA como el Estado nacional y provincial deben preocuparse por esos pocos que arruinan no sólo espectáculos, sino también a los clubes, a los que les generan sanciones deportivas y económicas; deben preocuparse por ésos que aprietan y violentan a hinchas propios y rivales.
Organizaciones mafiosas como las que operaron ayer en San Francisco, Córdoba, donde se presentó del Deportivo Maipú. Las puertas de los estadios deben estar abiertas para todos lo que simplemente quieren
ejercer sus derechos y su placer, como es el de asistir a un partido de fútbol.

domingo, 4 de mayo de 2008

Dirigentes paranoicos e intolerantes


Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 4 de mayo de 2008

Están muy sensibles los dirigentes deportivos, algo nerviosos, muy paranoicos. Qué les pasa a las autoridades de los clubes, asociaciones, ligas, federaciones que intensifican la intolerancia, el desprecio ante cualquier oposición o crítica que aparezca.
Asimilan su posicionamiento institucional como si se tratara de feudos, como si fueran los dueños, del club o la institución que presiden. Las autoridades asumen una actitud paternalista y autoritaria. En vez de liderar se
dedican a condenar y perseguir.
Por un lado nos jactamos de no tener reelección gubernamental, pero por otro lado, los presis de las  instituciones deportivas locales si pudieran se quedan de por vida.
Las diferencias y las críticas son buenas, la renovación también.
Todo esto suma. Es normal y saludable que haya quien piense distinto, quien aporte nuevas ideas, quien critique, ya que son quienes desnudan errores, falencias y faltantes, son quienes buscan nuevos caminos. La
discusión es una herramienta para consensuar, elegir y reorientar.
Pero la “bronca” de las autoridades también apunta a la prensa. Algunos no toleran que salga a la luz que hay gente que piensa diferente. La prensa tiene la obligación de mostrar las discrepancias, los distintos puntos de vista, los nuevos candidatos. Es parte de la historia y el desarrollo de los diarios, por ejemplo, el ser difusor de las nuevas ideas, esas que se oponen a las estructuras establecidas.
Los disidentes y opositores no son enemigos, y sus críticas o cuestionamientos no deben ser “judicializados” o ser tomados como ofensas. Los clubes, federaciones, asociaciones y ligas necesitan sumar más gente con
ganas de trabajar, de crecer, con nuevas ideas. Es hora de aprender a rescatar, consensuar y hasta ceder, es hora de saber perder y seguir colaborando.
Los celos, el individualismo, el paternalismo y la intolerancia sólo restan, y nuestro alicaído deporte pide cambios, no necesariamente de nombres sino de actitudes.