jueves, 18 de febrero de 2016

Es necesario militar contra la demonización de la militancia

Diario UNO de Mendoza (página 8) 17 de febrero de 2016

Manifestation. De Henri Cueco.
La actual alianza gobernante refuerza a diario todo un arsenal de propaganda antimilitante y lo hace con la corporación mediática militante que acusó a sus adversarios de militantes. Militancia se ha vuelto otra vez, desde hace un tiempo, en un insulto; es peyorativo, es la forma que se utiliza para descalificar tanto a personas como acciones.
Demonizar la militancia, que no es algo nuevo, es una de las estrategias para justificar las reprimendas económicas, judiciales, políticas y hasta físicas contras las personas que se abrazan a una causa, a una idea, a un objetivo, una ONG, a un partido o a un sindicato.
En síntesis, lo que se proponen –y hasta de lo que se jactan– es de que la militancia merece algún tipo de represión, aunque en un principio sea simbólica. Demonizar la militancia y a los militantes es una acción perversa que arranca creando rejas alegóricas, mordazas y sobre todo, estigmatizando. Desde el púlpito del Estado muestran cómo ellos transan un límite con esos y esas que han decidido que sus cuerpos giren en sus propias órbitas.
Si bien no existe nadie ni nada que no esté inscripto dentro de una idea, una concepción, una cosmovisión, un sentimiento, sólo el que toma posición es acusado de militante y la dialéctica es simple: o uno o lo otro y ese otro incluye muchos otros.
Los ideólogos del actual (y desempolvado) relato, que también son militantes de un proyecto, un interés y o negocio ubican al militante como un alienado sin razonamiento, como a seres captados por alguna secta, por el mal; como a ingratos antisociales, como a inminentes peligros que amenazan lo establecido por "la normalidad" de la que son referentes. Toman un caso y generalizan, generalizan para un caso: compactar, serializar, encasillar para luego descartar.
El (y la) militante les es peligroso, ya que habla. Descree, discute y critica, estudia, se moviliza, reclama, cuestiona, se solidariza y algo más terrible aún: se organiza, socializa, convive. Construye.
O acaso no fue gracias a los militantes que se recuperó la democracia que alguna vez conquistaron militantes.
No fue gracias a la militancia que por estos días esperan la sentencia cuatro jueces acusados de delitos de lesa humanidad y lo hacen hoy sentados en el banquillo escuchando los alegatos de crímenes y vejámenes de los que fueron cómplices.
Son los militantes los que defienden los derechos laborales e individuales ya adquiridos y los que van por la conquista de nuevos.
Los grandes cambios sociales y culturales, esos que parecían imposibles hubieran sido imposibles sin militantes en las calles, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en las casas, en las letras. Es imposible imaginar un mundo nuevo, uno mejor sin militantes que vayan por él.

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