miércoles, 28 de marzo de 2012

Demorar la interrupción legal de un embarazo es delito

Arrebatos imprescindibles, 28 de marzo de 2012
Más allá del anacronismo, arcaísmo, conservadurismo y de un manifiesto posicionamiento religioso (por convicción o presión) parece que el gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, y su ministro de Salud, Carlos Díaz Russo, no le temen a un juicio político por mal desempeño de sus funciones públicas. Esta claro: demorar una interrupción legal de un embarazo es delito.
Tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ratificando la realización de abortos no punibles, el gobernador dijo: “Es para un caso particular; no se aplica y no es legislación nacional ni legislación provincial”, con esto pretende seguir con la obligatoriedad de judicializar los casos de mujeres que fueron violadas y aspiran realizarse un aborto.
La sentencia de la Corte, que confirma y ratifica lo ya legislado, es clara, concisa y parece escrito para funcionarios con dificultades de comprensión lectora, la misma aclara: “…Exhortar a las autoridades nacionales, provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con competencia en la materia, a implementar y hacer operativos, mediante normas del más alto nivel, en los términos aquí sentados, protocolos hospitalarios  para la concreta atención de los abortos no punibles y para la asistencia integral de toda víctima de violencia sexual…Además, exhortar al Poder Judicial Nacional y a los poderes judiciales provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a abstenerse de judicializar el acceso a los abortos no punibles previstos legalmente”.
Pero fue el ministro de Salud (de un estado laico, vale recordar) que envalentonado, tras los dichos de su jefe, salió a potenciar la violencia institucional. Díaz Russo con su expresión de que "con el simple pensamiento que se puede lograr el aborto, se pueden cubrir una serie de mentiras en el sistema", no sólo revictimiza e incrimina a la víctima, sino que además atenta contra la integridad y los derechos de las mujeres al descreer, subestimar y desconfiar de sus palabras y de la violencia sexual sufrida. Por otra parte, la mayoría de las violaciones no se denuncian, muchas de ellas se ejercen en los círculos familiares y cercanos de las víctimas; y son las mismas acciones y procedimientos (recurrentes e históricos) de los distintos organismos del Estado, lo que llevan a invisibilizar esta realidad.
Los funcionarios no pueden arrogarse el poder de decidir cumplir o no con una norma que según posiciones acotadas genera ambigüedad. Es justamente el fallo de la corte, el que proporciona las claves para una correcta interpretación y evitar que se sigan judicializando casos de aborto no punibles. Sin embargo, el ejecutivo mendocino, ha decidido desconocer las leyes de la Nación.
El gobernador mendocino prefiere “hablar de adopción”, de no aceptar la sentencia de la Corte, de exigir autorización del juez, es una forma de dilatar los tiempos, y no sólo de los políticos, sino los del avance de un embarazo no deseado, involuntario, forzado, para finalmente con el progreso y el aumento de riesgo se justifique la no interrupción. Con soltura se obliga a una mujer a engendrar el fruto de una violación, con todas las consecuencias psicológicas que esto conlleva. Ninguna persona puede ser obligada a ejercer un acto de sacrificio o heroísmo, es antiético. Obligar a una mujer a continuar con un embarazo producto de una violación es claramente un acto de crueldad y tortura, una violación a los derechos humanos de las mujeres. Y claramente estipulada por nuestra Constitución Nacional a través de los tratados internacionales suscriptos que tienen rango superior a las leyes.
El sistema público de Salud está lleno de objetores de conciencia, de comités de bioéticas, de moralistas, tecnicistas y estadistas que limitan toda decisión personalísima. Todo un andamiaje para apoderarse del cuerpo y de la decisión de las mujeres, desde un aborto hasta una ligadura tubaria.
El Estado termina condenando a las mujeres pobres a morir de un aborto clandestino, ya que en el sector privado, estas prácticas, que tanto se cuestionan, son habituales, seguras y sin riesgo.
Más allá de que los funcionarios de la provincia decidan ser anacrónicos y apegarse a posicionamientos de grupos religiosos fundamentalistas y poderosos no deben olvidar que demorar una interrupción legal de un embarazo es delito. La respuesta por parte del sistema de salud público debe ser rápida, accesible y segura, así lo establece la ley, que el fallo de la Corte ha ratificado.


Links sobre el tema:
Hijos de mujeres violadas
“Yo soy eso que le pasó a mi mamá”
 Por Andrea Homene

Entrevista a Alejandra Ciriza en Radio Nacional
Sobre los dichos de Paco Pérez y Díaz Russo

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