miércoles, 7 de agosto de 2013

Salero y pimentero, la autopista despejada

Diario UNO de Mendoza (página 10), 7 de agosto de 2013
La basura cotidiana se reproduce e instala como natural y políticamente correcta
El director de un colegio secundario llama al diario y pregunta si se pueden invitar candidatos políticos a la escuela y luego aclara ya no como consulta en el lugar equivocado, sino como sentencia: “¿No vaya a ser que los chicos se politilicen?” .
Una funcionaria de la DGE también apela al teléfono para comunicarse con la redacción y pedir “una acreditación” para ver un espectáculo musical.
Perdidos, desubicados. Impunes. Esos mismos son los que se escandalizan ante la falta de conocimiento y desinterés de los chicos y chicas sobre las PASO, y de paso los muestran como monstruos peligrosos y violentos que atentan contra su seguridad; pero jamás reconocerán la violencia simbólica con la que ametrallan a diario, con lo que dicen, cómo lo dicen y lo que callan.
Otro impune volvió a salir a la luz esta semana, un cura fundamentalista de una orden sureña otra vez espació los argumentos a favor a las atrocidades que cometió su padre, un represor juzgado y condenado por delitos de lesa humanidad y que está prófugo. Un cura que cuenta con el respaldo de una organización que milita la defensa de los actos más aberrantes como la tortura, la desaparición de personas, el robo de bebés y bebas, la persecución, la violación como método sistemático, cosas que no niegan sino que lo reconocen y que las hicieron en nombre de Dios, de la patria y la familia. Estos personajes, que hacen apología del genocidio, son los mismos que salieron a defender a los represores que compartieron funciones dentro del estado de derecho con algunos de los candidatos que tanto se florean por estos días cazando los últimos votos.

Ya esto es parte de los cotidiano y hasta de lo políticamente correcto.
Tanto nos muestran el salero y el pimentero que nos niegan un abanico de condimentos, esos que argumentarían esa etapa “indignada” consciente o no, que a la mayoría paraliza y sumerge en apatía, y que sólo sirve para despejar la autopista de lo establecido y el circo que lo retroalimenta.
Veamos un fetiche nacional: el fútbol. Con la consigna de “terminar con la violencia” se prohíbe el ingreso de público visitante, y de los locales, solo lo pueden hacer los socios. Se estigmatiza y se proscribe a la mayorías, mientras que esas minorías “violentas” que manejan la industria de los barrabravas en una gran parte son socios de sus clubes y en muchos casos hasta dirigentes o participan del negocio de la venta de jugadores. Pero, claro, esos muchachos cuentan con el amparo de políticos, jueces y policías; claro, son la mano de obra que tienen para los trabajitos sucios, siempre tan rentables y cada vez más, mientras cuenten las prohibiciones que les hace cotizar sus mercaderías.

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